Bienestar y vida comunitaria en la escuela: más que notas y contenidos

El bienestar en la escuela no puede entenderse como un complemento, sino como el corazón del proceso educativo. Así lo plantea Alejandra Villarroel, Coordinadora del Plan de Bienestar Socioemocional de la Universidad de La Frontera, quien destaca la urgencia de construir comunidades escolares que cuiden y contengan.

Alejandra Villarroel 25-04-2025 / 12:46:32

En los últimos años, hemos escuchado con más fuerza que el bienestar es clave para una vida plena. Y no se trata solo de sentirse bien o estar feliz de vez en cuando, sino de contar con una base emocional y social que nos permita desarrollarnos, conectar con otros y construir sentido. Este enfoque, tan necesario como urgente, ha empezado a abrirse camino en las políticas públicas. Pero, si hablamos de bienestar, ¿dónde empieza realmente? ¿Dónde se cultiva?

 

Una de las respuestas más evidentes —y a veces más olvidadas— es la escuela. Ese espacio en el que no sólo se enseñan matemáticas o lenguaje, sino que se viven experiencias emocionales profundas, se crean vínculos y se moldea, día a día, la forma en que entendemos el mundo y a los demás. La escuela es, quizás, uno de los primeros y más importantes escenarios donde aprendemos a convivir, a confiar, a participar y a cuidarnos mutuamente.

 

Porque no basta con hablar de aprendizajes académicos si no nos detenemos a mirar lo que ocurre entre los pasillos, en el recreo o en una conversación entre pares. El bienestar en la escuela no se trata de sumar talleres de habilidades blandas, sino de repensar el espacio escolar como un entorno humano, vivo, donde lo emocional y lo social se entretejen con lo educativo.

 

La evidencia ya lo dice: cuando una escuela promueve relaciones cercanas, confianza y participación, se generan vínculos que marcan la vida. Y no solo la vida escolar, sino la vida entera. Pero hay algo más profundo aún: el sentido de comunidad. Esa sensación de pertenencia real, de sentir que el colegio no es solo un lugar al que se va, sino un espacio que se habita, que se cuida y que nos cuida.

Fomentar ese sentido de comunidad implica cambiar la mirada. Ya no es suficiente con evitar conflictos o promover “buenas prácticas”. Se trata de construir una cultura en la que todas y todos —estudiantes, docentes, directivos, asistentes, familias— se sientan parte de un tejido común. Donde el vínculo afectivo con la escuela sea tan importante como el rendimiento o los logros.

 

Hoy más que nunca necesitamos una escuela que abrace. Una escuela que entienda que el bienestar no es un objetivo paralelo a lo académico, sino su base misma. Porque cuando nos sentimos parte, cuando nos sabemos valorados, cuando vivimos relaciones significativas, florece algo más grande: una comunidad que sostiene, transforma y acompaña.

 

Desde el Instituto de Informática Educativa de la Universidad de La Frontera, acostumbrados a incorporar tecnología en los ambientes educativos y a conectar mediante un par de clics, nos desafiamos a abordar temas de salud mental en equipos educativos y, en conjunto con el CPEIP, nos propusimos entregar herramientas de gestión del bienestar al interior, precisamente, de las comunidades educativas. Mediante un ciclo formativo b-learning, proponemos un espacio bientratante y de cuidado comunitario que permita que la conexión sea tecnológica, pero también humana. La invitación es clara: pasemos del autocuidado al cuidado colectivo. Cultivemos comunidades escolares donde el bienestar no sea un lujo, sino una experiencia cotidiana. Porque al final del día, no recordamos solo lo que aprendimos, sino cómo nos hicieron

Alejandra Villarroel
Coordinadora Plan de Bienestar Socioemocional UFRO