Mujeres en la educación superior: Desafíos y avances en la superación de brechas de género
En el marco de una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, es imprescindible reflexionar sobre los avances y desafíos pendientes en materia de equidad de género en la educación superior.

La academia, especialmente en sus estamentos directivos, sigue siendo un espacio predominantemente masculino. Esta realidad, lejos de sorprender, refleja la persistencia de un sistema patriarcal que ha caracterizado por décadas a la educación superior en Chile, privilegiando la labor de los hombres y subestimando las capacidades de las mujeres, cuyas contribuciones son estratégicas, asertivas y fundamentales.
Esta situación antes descrita no es exclusiva del ámbito universitario, sino que se replica en la administración pública, el poder judicial, el sector privado y los espacios de representación política. Un claro ejemplo de ello es que, en 2025, Chile iniciará el año con 16 gobernadores regionales, todos hombres, sin la presencia de una sola mujer en estos cargos.
En los últimos años, desde la academia se han impulsado diversas iniciativas para revertir esta histórica inequidad. Un hito relevante fue el trabajo de la Agrupación de Universidades Regionales (AUR), que, un año antes del denominado “Mayo Feminista”, convocó a representantes de sus instituciones miembros para realizar un diagnóstico preliminar sobre la situación de género en la educación superior.
A partir de estos hallazgos, las universidades comenzaron a implementar medidas orientadas a reducir las brechas detectadas.
Entre las primeras acciones adoptadas, destacan la creación de unidades de género con el propósito de analizar el estado del tema en cada institución, elaborar políticas específicas y establecer protocolos para abordar situaciones de abuso, discriminación y violencia. No obstante, estos avances han enfrentado múltiples obstáculos, producto de una cultura institucional históricamente androcéntrica, donde persiste el llamado “techo de cristal”, una barrera invisible, pero real, que restringe el acceso de las mujeres a posiciones de liderazgo y toma de decisiones.
Las universidades regionales han asumido un rol activo en la reducción de estas desigualdades, promoviendo el acceso de más mujeres a programas de pre y posgrado, especialmente en áreas tradicionalmente masculinizadas, como las disciplinas STEM -Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas-.
Además, han impulsado políticas de conciliación entre la vida laboral y familiar, a través de la implementación de salas cuna y jardines infantiles, así como la aplicación efectiva de normativas como la Ley Karin, que busca prevenir situaciones de acoso y violencia de género, afectando de manera particular a las mujeres en el ámbito académico.
En el área de la investigación, persisten brechas significativas. Las académicas e investigadoras continúan demandando condiciones equitativas en el acceso a fondos concursables, así como mayores recursos para abordar estudios sobre las desigualdades de género que aún permean diversas esferas de la sociedad. A ello se suman las diferencias salariales por género en el ejercicio de las mismas funciones, una inequidad que se mantiene tanto en el sector público como en el privado.
Si bien, las posiciones directivas en las universidades chilenas han estado tradicionalmente ocupadas por hombres, en los últimos años se han producido avances significativos. En 2025, destacadas académicas asumirán el liderazgo de instituciones como la Universidad Católica del Norte, la Universidad de La Serena, la Universidad de O’Higgins y la Universidad Católica de Temuco.
A nivel del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), se suman también las rectoras de la Universidad de Chile, la UTEM y la UMCE. Este cambio de paradigma evidencia una transformación gradual en la gobernanza universitaria, aunque aún queda un largo camino por recorrer para alcanzar una representación equitativa.
Las mujeres han sido protagonistas claves en el desarrollo de la docencia, la vinculación con las comunidades y la investigación, desempeñando un papel esencial en la consolidación del quehacer universitario. Sus contribuciones han permitido posicionar la producción científica en niveles de excelencia, con un creciente número de proyectos liderados por investigadoras de alto impacto. La tendencia al alza en la incorporación de mujeres al ámbito científico es alentadora y refuerza la necesidad de continuar generando condiciones que favorezcan su participación y liderazgo.
En el marco de una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, es imprescindible reflexionar sobre los avances y desafíos pendientes en materia de equidad de género en la educación superior. No podemos seguir perpetuando estructuras excluyentes ni tolerando inequidades que limitan el desarrollo de talentos excepcionales.
La academia, como espacio de formación y producción de conocimiento, debe asumir un compromiso activo en la construcción de un futuro más justo, equitativo y libre de barreras para las mujeres. Es hora de consolidar una educación superior verdaderamente inclusiva, donde el mérito y la capacidad sean los únicos criterios que definan el acceso a oportunidades y cargos de liderazgo.