La Segunda entrevistó al Rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi Véjar
FUENTE: LA SEGUNDA El coronavirus estuvo pisándome los talones. En cada uno de los lugares que estuve, a los pocos días comenzaba a explotar la pandemia”, cuenta Ennio Vivaldi,…

FUENTE: LA SEGUNDA
El coronavirus estuvo pisándome los talones. En cada uno de los lugares que estuve, a los pocos días comenzaba a explotar la pandemia”, cuenta Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile, mientras se mueve con el teléfono por el living de su casa.
En febrero viajó a Italia invitado por la Universidad de Sassari (ciudad al norte de Cerdeña) y luego hizo contacto con gente en Roma, Bologna, Paris y Madrid, para avanzar en el emblemático proyecto universitario Laguna Carén. “En ninguna de las ciudades había uso de mascarillas o cuarentena. Todo seguía funcionando, pero ya se notaba la preocupación por el tema”, cuenta.
Volvió a Chile y acá tampoco había restricciones. “Pero tomé la decisión de autocuarentenarme. Cuando la terminé, alcance a estar dos o tres días con tránsito libre; fui a La Moneda (a la mesa social) y a la Casa Central, y luego vino la cuarentena. De ahí que casi no salgo, salvo una vez que hice una visita al Hospital Clinico de la universidad y a su equipo”, dice.
Su vida está marcada por la Salud. Es neurofisiólogo, especialista en sueño y cronobiología (que estudia los fenómenos cíclicos en los seres vivos), fue vicedecano de Medicina, su padre fue médico (profesor de fisiopatología en la U. de Concepción), su esposa es doctora (anestesista del Hospital Tisné) y de sus dos hijos, uno siguió Psiquiatría (trabaja en el Instituto Horwitz). Pero si hay algo que lo define aún más es su «camiseta» con todo lo que sea público y estatal. No solo por ser el rector de la Casa de Bello -“la más grande universidad del Estado”, asegura él-, sino porque su historia se ha construido batallando por esos principios.
Siendo alumno de Medicina (1967-1973) y alentado por su compañero Carlos Lorca, entró a la Juventud Socialista y participó del Consejo Normativo Superior como representante estudiantil.
En los 80 (cuando había rectores delegados, incluso militares, en la universidad) defendió los derechos de los académicos. Más tarde, en 2006, fue el primer vicepresidente del Senado Universitario (organismo que creó el plantel para definir su política universitaria); fue llamado por la entonces Presidenta Bachelet para formar el Consejo Asesor Presidencial para la Educación en medio del pingüinazo; en 2014 fue electo rector (está en la mitadde su segundo período) y lideró la defensa de las universidades estatales como presidente del consorcio que las reúne.
“Algunos declaran orgullosos que estudiaron en un liceo fiscal y después fueron a una universidad estatal. Yo no solo hice eso. Yo, por decisión de mi padre médico, ¡hasta nací en un hospital público!”, dice casi como credencial.
“Olvidamos el bien común”
Siempre le gustó estudiar. Fue puntaje nacional de la PAA de Matemáticas y en la de Física, y durante la dictadura se fue cuatro años a Estados Unidos a especializarse en fisiología del sueño e informática biomédica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Volvió casado con Pilar, quien se especializó allá en fisiología cardiovascular.
Los dos, hoy, son población de riesgo por su edad y no están ejerciendo: “Intenté seguir atendiendo pacientes hasta cuando fui rector, pero no pude por falta de tiempo. Y ella, que es anestesista del Tisné, debió interrumpirlo por la pandemia”.
-La U. de Chile aportó a la mesa social un informe advirtiendo problemas de base de salud mental en Chile ¿Cuán graves son en esta crisis?
-Si usted da un martillazo a algo, el impacto que genere dependerá tanto de la fuerza del objeto agresor como del estado del objeto agredido. La pandemia es un golpe muy fuerte que provoca soledad e incertidumbre a todos, y Chile hace años tiene problemas de salud mental, gatillada en parte por la sensación de injusticia y extrema competitividad. ¿Cuántos chilenos sabían que muchos de sus compatriotas tenían que trabajar en el día para comer en la noche? ¿Alguien ha pensado en la salud mental de esas personas? Súmele índices alarmantes en depresión juvenil, mujeres, alcoholismo y adicciones.
-Que en Santiago la cuarentena se cumpla muy poco ¿tiene relación?
-Hay un componente básico en las conductas de la gente que muchos han olvidado: sentirse parte de un «ser social». Y en una psicología del individualismo, en que cada uno piensa por sí y para sí, las decisiones que se toman tienden a desconocer su impacto en los demás. ¿Ejemplo?
Irse a la playa, sin pensar no solo que podrían contagiar a otros, sino que además podrían estresar sanitariamente una localidad que no está preparada. Eso es no tener conciencia sobre nuestro rol social. Si para algo nos debe servir esta pandemia es para entender que existe un nivel superior al individuo.
Y da otros dos ejemplos: el hacinamiento y las vacunas. “El hacinamiento no es solo un problema de la gente hacinada. También es mi problema y el suyo, porque esa situación provoca que la pandemia se expanda y sea más difícil de controlar, afectando a todos. Que en el sector poniente de Santiago haya gente hacinada, afecta a la del sector oriente.
Y que las vacunas sean gratuitas no es para «hacerles un favor a los pobres», es para favorecer a toda la población para reducir o erradicar una enfermedad”.
-Pero esa lógica no está operando.
-¿Sabe por qué?
Porque hemos olvidado el bien común. Las decisiones de un área siempre impactarán en otra. Y ocurre hoy entre lo económico y lo sanitario.
¿Hay que bajar las exigencias sanitarias para que lo económico no decaiga mucho?
Eso podría expander aún más el problema sanitario.
¿Hay que subirlas?
Entonces hay que solucionar el tema económico de quienes tiene mayor déficit porque, si no, esa gente va a salir a la calle igual. Es clave enfrentar la pandemia a nivel de los territorios. Necesitamos trabajar con los alcaldes, juntas de vecinos y organizaciones sociales. Es absurdo atrincherarse en los hospitales y esperar ahí que lleguen los pacientes graves. Hay que evitar que haya pacientes graves. Y todos tenemos que trabajar en eso.
-Pero el gobierno parece reacio a aceptar críticas o pedir colaboración.
-En Chile, hay un poquito esto de que «el costillar es mío y me lo quieren quitar», pero la autoridad debe entender que asociándose, uno gana. Y ese es un primer gran principio. No es un acto de altruismo, tampoco de entregar poder. Uno gana porque la interacción siempre va a permitir que lleguen opiniones, indicaciones y datos que uno no tenía.
“No puedo criticar al Estado”
La cuarentena para nada lo ha alterado. Al contrario, le acomoda. “Me adapté a esta nueva forma de trabajo. Es más trabajo, es cierto, pero para nada me siento interpretado con quienes se quejan que no pueden salir”, dice.
Comparte la casa con su esposa, y hace poco con su hija Lieta (abogada) y su única nieta Alina (3 años), a quien ayudan a cuidar para facilitar el trabajo de la madre. A su hijo Ennio hace meses que no lo ve en persona. “Se abstiene de venir por su trabajo”, dice.
Vivaldi tiene una opinión política clara, no se identifica con la ideología del actual gobierno, pero evita golpearlo: “Soy el rector de la Universidad de Chile, y como tal, no puedo criticar al Estado del cual soy parte. Desde luego uno tiene una forma de mirar el mundo; pero el rol en el que estoy está por encima de cualquier determinante. Cuando hay discrepancias las he hecho saber con respeto. Así fue con el gobierno de Bachelet y el de Piñera”.
Su sentido republicano aparece en la conversación. Va de la antropología a la medicina y de la pandemia al estallido social para plantear que “es evidente la necesidad de reconstruir el modelo de sociedad (…) El estallido desnudó las precariedades de miles. Sencillamente nadie le había preguntado a la gente qué necesitaba ni qué pensaba”, dice.
-¿La pandemia borró el estallido?
-Sería trágico pensar eso. Lo que necesitamos es diálogo, pero entre todos, reemplazar las descalificaciones por un esfuerzo real de pensar en el bien común.
Hay que estar disponibles para hacer cambios. Lamento que la política en Chile esté basada en descalificar al otro. Cuando interrumpimos las clases universitarias lo hicimos sabiendo que no había acuerdo con el gobierno. Y cuando se llamó a volver a los trabajadores públicos a trabajar presencialmente, decidimos que los nuestros no volvían. Y lo planteamos sin descalificar.
Contra el egoísmo
A Mañalich lo conoce bien. El era vicedecano de Medicina cuando se contactaron, en muy buenos términos, por un campus clínico de la universidad en la Clínica Las Condes, donde Mañalich era director. “Centrar los problemas en la persona, sea cual sea, no me parece. Pero pienso que los comités que asesoran deben tener cierto grado de autonomía sinque eso sea considerado un cuestionamiento o descalificación. Lo importante es el aporte de datos con base bjetiva.
Tenemos que avanzar en entender que eso es responsabilidad social, no estar a favor o en contra de un gobierno”.
-La Moneda llamó a volver a una “nueva normalidad” ¿Fue un error?
-No cabe duda. Los cambios de decisiones o giros significan de manera tácita que hubo errores. Nadie está pidiendo disculpas en la plaza, sólo avanzar en la dirección correcta.
-Salió Mañalich y llegó Paris…
-No me interesa atacar o ensalzar a un ministro u a otro. Es evidente que un gobierno que estaba muy mal evaluado, tenía una oportunidad de reivindicarse, y eso podría explicar algo, pero no nos debe preocupar ahora. Hoy todos debemos focalizarnos en salir juntos de esto. Y para eso es clave la corresponsabilidad que se genera cuando se pide y se consideran las opiniones de gente experta. Es dejarse ayudar. Porque si las mejores mentes llegaron a ciertos consensos y aún así nos va mal, es muy distinto a si nos va mal sin siquiera convocar esas opiniones.
-Paris ha dado señales…
-Ha hecho varios gestos, muy claros, mostrando una disposición a escuchar más, incorporar a otros y trabajar mucho más con los territorios.
“Gente muy crispada”
Al rector le preocupa el ánimo de los chilenos. “Los veo agresivos, y me parece peligroso. Hay mucha injusticia que corregir, la gente está muy crispada, y aunque los motivos de descontento son muy reales, solo vamos a superar esta pandemia conversando y convenciendo, entendiendo que somos un cuerpo social y no solo partes individuales”.
-Esa crispación se ve a nivel de vecinos, clase política, autoridades…
-En Chile el egoísmo pasó de ser un defecto terrible a ser casi una virtud, se comenzó a hacer una apología del egoísmo. Si en mi tiempo alguien decía que estudiaba Medicina o Derecho porque con eso ganaría plata, uno pensaba que esa persona estaba loca. Hoy, obtener un título que asegure dinero, se proclama no solo normal sino deseable. Eso habla de lo enfermos que estamos.
-Pero el salvarse uno antes que al vecino no es algo nuevo…
-Nuestros orígenes nos muestran algo muy distinto. Una antropóloga decía que cuando se encontró el primer esqueleto humano con una fractura consolidada, es decir que se volvió a soldar el hueso, era una evidencia de que nos convertimos en humanos porque los demás individuos no lo dejaron solo y debieron cuidarlo hasta que volviera a caminar.
Agrega: “No sé por qué todos se empeñan en valorar tanto lo competitivo y a los winner, cuando estamos determina dos a ser entes sociales con sentido de generosidad. ¿Usted sabe por qué los humanos primitivos se sentaban en círculo frente a la hoguera? No solo para aprovechar el calor, era porque como nuestro campo visual es muy estrecho, así podían cuidar las espaldas del que tenían en frente en caso de un ataque. Hay un tremendo tema de reflexión aquí, pero nada va a cambiar si no hacemos ese proceso de manera tranquila.